La historia de L

 
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Siempre he tenido cierto éxito económico desde que salí de la universidad. Nunca imaginé que un día necesitaría ayuda. Hay que reconocer que era un snob y que me faltaba compasión.  

Mi mundo se derrumbó con el nacimiento de mi hijo y tras un desagradable divorcio. No podía gestionar un trabajo mientras lidiaba con una época tan apocalíptica en mi vida, y por ello tomé algunas malas decisiones. Nunca en mi vida me había preocupado por poner comida en la mesa hasta entonces. Una cosa lleva a la otra, tengo que decir que fue una bendición disfrazada. 

Me tropecé con el banco de alimentos de Ballard, prestando mi servicio como voluntario mientras conseguía algo de comida gratis. La comida era increíble; ¡verduras frescas, varias opciones de proteínas y frutas! Estoy comiendo mejor gracias a esta increíble selección. Y al interactuar con otras personas en mi misma situación, aprendo a tener compasión y a compartir. Es muy satisfactorio saber que tenemos un programa tan compasivo: el banco de alimentos. Para acabar con el despilfarro y redistribuir los alimentos a quienes los necesitan. En general, esta experiencia me enseñó sobre la humildad, la compasión, la bondad y el amor a tus vecinos y amigos. Sin experimentar la bondad, uno a veces se olvida de ella. Así se hace!  

clientesFrank Espinoza